Cada parte del universo: planetas, estrellas y galaxias, están relacionadas por diferentes manifestaciones de energía. Una de ellas, el magnetismo, crea una red infinita armonizando y enlazando al macrocosmos con nuestro microcosmos. Toda la Tierra está llena de magnetismo. Todas las formas de vida y todas las cosas que están cerca también son imanes. Los ríos que fluyen, el aire que sopla, las flores que se abren y los edificios que se erige, todos ellos están llenos de magnetismo. Prácticamente existen dos clases de magnetismo: el magnetismo mineral y el magnetismo animal. El primero se manifiesta en la fuerza de atracción que ejercen entre sí los metales y los minerales, y los fenómenos que provocan las corrientes eléctricas. El segundo, se exterioriza en la forma en que algunos animales atraen a su presa y en los fenómenos de hipnotismo provocados a voluntad por el hombre. Tanto la Tierra como el cuerpo humano son imanes; por eso la salud y la vitalidad de todos los seres vivos tienen una estrecha relación al hacer contacto directo con la tierra. Quizá en algún momento, si hemos caminado descalzos sobre la hierba, habremos sentido esa sensación de frescura y vitalidad, el magnetismo de la Tierra ha penetrado en nuestro cuerpo, eliminando la pesadez y la fatiga. Estamos envueltos en un campo magnético al que los esoteristas han denominado cuerpo astral; en el cual se muestran, tanto nuestra naturaleza interior como las diferentes etapas de nuestro desarrollo físico y espiritual. En este trabajo se exponen las bases para la preservación de la armonía y el equilibrio de ese campo magnético que forma parte de nosotros.